martes, 9 de noviembre de 2010

Te acordarás un día

El sol comenzaba a asomarse por la ventana, una tibia iluminación entraba en la habitación y los primeros gestos de ese cuerpo hasta el momento inmóvil comenzaron. Pasaba ya de las 8 de la mañana y en menos de media hora debía estar en el trabajo. Su jefe, como siempre lo recibió con un fuerte y grave sonido que se podía traducir por un "buenos días". Su primera acción fue dirigirse a la máquina del café para tomar un bien cargadito y así poder despertar. No fuera una noche normal.
Para empezar la tarde anterior saliera más tarde de lo habitual del trabajo. Si, ese fuerte y robusto jefe le pidió sutilmente si podía hacer un par de horas extras para que él pudiera irse a tomar unas cervezas con sus amigos. Pasadas las 9 de la noche saliendo por la puerta de la oficina se encontró con una chica a la que le sonaba la cara, no sabía bien quien era, pero era alguien conocida. Un saludo, dos besos y una invitación a un café en el bar que estaba en la siguiente calle.
Se preguntaba constantemente quien era, sabía que hasta hace un par de años era alguien importante en su vida, pero cambiara mucho. Y así empezó a completar un puzzle, le quitó las lentillas azules por unas marrones, le quitó 10 kilos, le puso unas mechas... y si, era ella. Esa mujer que tras varios años de amistad y/o algo más que una amistad decidió desaparecer un buen día. De repente. Y así, pasaron horas, pero ella no contó nada de su vida, y mucho menos de lo que hizo durante todos estos años. Era la misma con la que pasaba tardes y noches, pero a la vez era diferente, algo cambiara, algo que no sabía decir bien que era. Pero se dio cuenta, se dio cuenta de que ahora el que debía irse era él. En cualquier momento de la charla, se levantó y soltó un contundente "hasta siempre".
No se diera cuenta, pero cuando llegó a casa tras dar un gran paseo y tomarse unas cañas pensando en esa escena en la que estaba en el parque esperando a que ella llegara un par de años atrás, pensando en lo que había sufrido preocupándose por ella. Pero se dio cuenta finalmente de que ahora todo quedaba atrás. Estaba disfrutando de su vida, tenía una novia perfecta, trabajaba en lo que queria y gustaba, tenía buenos amigos y una familia que le apoyaba. Ya no la necesitaba. Y así llegó a casa, vio a su novia tirada en cama y se le ocurrió encender el ordenador, planear un viaje sorpresa para ella y antes de marchar a la mañana siguiente al trabajo dejó un sobre, con su nombre, y el recibo de dos billetes.
Porque todo lo que había pasado atrás ya no importaba, él quería el presente y el futuro perfectos, y los tenía.

Y ella, esa mujer tan cambiada (a mejor por supuesto), tras una noche sola y desolada se dio cuenta de aquel poema de titulado "Te acordarás un día" de José Ángel Buesa que él le mandó en una carta tras aquella noche en la que lo abandonó, y se acordó sobre todo de la última estrofa:

Quizás, así, de pronto, te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto,
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Y él andará en la sombra, con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.

http://bit.ly/bRIQUF
http://bit.ly/7og9nH

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